Símbolo de dos países que intentaban liberarse de sus obsesiones, Raffaella Carrà fue la inspiradora, tanto en Italia como en España, de la inevitable liberalización de las costumbres. Siéntete protagonista, haz lo que quieras hacer, el mensaje, y no es casualidad que se haya convertido en un icono gay cuando todavía no se hablaba de derechos. Raffaella fue la revolución alegre, el paso de una Edad Media que decidió desafiar mostrando ombligo y rodillas o parpadeando, a una modernidad inevitable.
Era hija de una madre separada, no quería tener hijos, era la imagen de la diversión: ¿qué mejor “lección” para dos países “enyesados” como los nuestros? Mostró su cuerpo y enseñó a las mujeres a no avergonzarse. No le importaban los prejuicios de las masas. En España hoy, un año después de su muerte, le dedicarán una plaza, también en Italia la recordarán, en la televisión y fuera. Aunque le enviaría una carta, dondequiera que esté, advirtiéndole que de esa alegría y descaro inteligente en nuestras sociedades ha quedado poco.