Las “respuestas verdaderas y estructurales” que pide el grupo del Movimiento Cinco Estrellas que abrió la crisis en Italia en realidad aparecen, como casi siempre en cada crisis, un juego político sobre equilibrios de supervivencia. Es una pena que sea un país en crisis como es Italia en este momento. El M5S, que ha perdido un montón de votos y ahora se divide en dos (una parte encabezada por el ex primer ministro Giuseppe Conte y la otra por el “rebelde” Ministro de Asuntos Exteriores Luigi di Maio) ha decidido poner en dificultades a ese Gobierno “de unidad nacional” que parece ser el único capaz de presentarse en Europa y en el mundo.
El presidente del Consejo, Mario Draghi, a pesar del sí sobre la confianza obtenida en el Senado – con la abstención precisamente del socio M5S – ha decidido quitarse del medio. Demasiados problemas y sin sentido. Afortunadamente, el presidente de la República, Sergio Mattarella, no ha avalado su decisión, por lo que Italia se encuentra en estas horas muy delicadas luchando con una parlamentarización de la crisis.
En resumen, si bien ya no hay cohesión que apoye a un gobierno, Mattarella presiona (el miércoles Draghi informará a las Cámaras) para una solución política y está claro que quien tiene responsabilidades políticas en el flop ahora debe tomarlas. Muchos corren el riesgo, los italianos en primer lugar que todo lo necesitan, excepto una falta de representatividad más o menos prolongada. Corren el riesgo los Cinco Estrellas (un destino similar al de Podemos en España) que se vuelvan aún más exiguos, en peligro también las relaciones con Europa, que ama a Draghi y ve mal un salto en la oscuridad con una crisis larguísima y las elecciones al final del túnel.