El “Corazón tan blanco” de Javier Marías se ha detenido. Setenta años, una neumonía ha vencido al autor más célebre y verdadero de las últimas décadas de la narrativa española. No sus obras, que seguirán siendo inmortales porque solo unos pocos como Marías han sabido crear su propia voz literaria inconfundible. Experto navegante entre luces y sombras, dudas y (aparentes) certezas, el español ha sido indudablemente espejo de su tiempo, de “Todos las almas” (otra de sus obras maestras) pertenecientes a una temporada de transparencias y ligereza en las vidas de cada uno, a menudo incomprensibles – una especie de ceguera histórica que Marías nos ha querido contar en sus páginas.
Hijo de arte, del filósofo Julián Marías y de la traductora Dolores Franco, sobrino del genial director Jesús Franco , había alcanzado la fama internacional ya antes del afortunado “Berta Isla”. Su última obra, lanzada el año pasado, fue “Tomás Nevinson”. Irónico, inconformista, ganó en el 86 el Premio Herralde con “El hombre sentimental” (no es casualidad que sus protagonistas sean intérpretes o traductores, tramites de otras voces).