Los “ciudadanos para siempre”, como los llamó Vladimir Putin, pueden estar tranquilos. Nadie los tocará ahora que son rusos, como rusos son las áreas anexas de Luhansk, Donetsk, Kherson y Zaporizhia. Y si alguien tuviera la desafortunada idea de recuperarlas, es fácil adivinar cuál sería el final: una guerra aún más amplia, probablemente nuclear. Atacar estos territorios, dijo Putin, significaría atacar a Rusia.
Pero, por una extraña ley del destino, nunca como ahora el mundo ha estado cerca también de las conversaciones de paz, además de una escalada de la guerra. “Estamos dispuestos a entablarlas”, por supuesto, pero la elección de los “ciudadanos para siempre” por referéndum ya no está en discusión. Culpable de esta situación, repitió Putin en su discurso, es la OTAN por “las promesas traicionadas sobre la expansión hacia el este”.
“Occidente pensó que después de 1991 Rusia no se levantaría, pero se equivocaron. El amor por Rusia es un sentimiento indestructible… Occidente no quiere que Rusia sea libre, quiere reducirla a su propia colonia”, dijo Putin, quien, sobre la amenaza nuclear, reiteró: “Estados Unidos ha sido el único país del mundo que ha usado las armas nucleares dos veces y ha creado un precedente”.
Y sobre el Nord Stream: “Hemos sido testigos de un ataque directo al gasoducto, a las infraestructuras europeas. ¿Quién se beneficia?”… Al hacer que Rusia abandone los suministros de hidrocarburos, Estados Unidos está llevando a Europa a la desindustrialización”. Una traición, según Putin, muy diferente de la actitud mostrada por Rusia en defensa de sus “ciudadanos para siempre”.