Un gol hecho y diez encajados: los cuatro partidos en el Sánchez-Pizjuán han sido un infierno para los aficionados y el público. Está aquí y, añadámonos, en la escasa competitividad del equipo a estos niveles, toda la historia de esta temporada, nacida mal. Ya no bastan las palabras de Lopetegui que dibujan un futuro diferente y la necesidad de una autocrítica en ausencia de “lucidez y calma”.
Tampoco bastan las palabras de la directiva: a menos uno de la zona retrocesión hay poco que esperar y mucho que hacer. Aparece marcado el destino del hombre que llevó al Sevilla a conquistar una Europa League y a tres participaciones consecutivas en la Champions. Lopetegui, en caso de ser despedido como aparece en estas horas, paga no solo por culpa suya. Quizás también pague una falta de carácter que lo ha hecho poco libre en las declaraciones.
Debería haber dicho claramente que este equipo no solo está al nivel de los mejores, y quejarse más profundamente de los que no llegaron. Este año los juegos de magia, necesarios para mantener las cuentas en orden, no han producido los resultados esperados. Mejor abrir un nuevo ciclo y decir con gran claridad a los aficionados que este Sevilla no está a la altura de los mejores equipos españoles y de Europa.
Preparémonos para una temporada difícil. Lo visto anoche – la superioridad del Atlético ha sido clarisima – podrá tener réplicas. Es un Sevilla desmotivado y con escasos recursos y sobre todo sin alma.