”Estamos preparados para defender cada centímetro del territorio de la OTAN. Aportamos una capacidad única. Somos una fuerza de infantería ligera pero llevamos con nosotros la movilidad, con nuestros aviones y ataques aéreos”. Las palabras del comandante adjunto de la 101.ª División de los Estados Unidos no tranquilizan a nadie. El día en que Rusia lanzó cuarenta ataques con misiles, la presencia de 4700 soldados en la frontera entre Rumanía y Ucrania sugiere una escalada, si no inmediata, potencial. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que una unidad militar estadounidense ha sido desplegada en territorio europeo.
También porque en las negociaciones se hace poco progreso. Kiev se detiene en la retirada de los hombres de Putin de los territorios ocupados. Quieren regresar, para sentarse en una mesa, a “las fronteras internacionalmente reconocidas de 1991”, en resumen, volver a la situación anterior a 2014. Mientras tanto en Kherson se está preparando, anunciada por todos, la batalla campal, la que probablemente decidirá la guerra o al menos su primera fase. Las fuerzas ucranianas avanzan y conquistan pueblos, pero en el sur de Ucrania que los rusos están preparando ataques masivos.
El ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, se enfrentó por teléfono a su homólogo de los Estados Unidos, Lloyd James Austin. Lo que se han dicho obviamente no se sabe pero ambos consideran que “mantener la línea de comunicación” es importante.