Y al final, Orban logró poner el dedo en la llaga. La estrategia del primer ministro húngaro está cosechando sus frutos. Es noticia de ayer que en Europa, en el llamado mecanismo de condicionalidad, nada menos que 12 países de la Unión Europea no están “alineados” y piden una modificación. Entre ellos está Italia.
La suspensión de los 7500 millones de euros a Hungría (65% de los fondos para el próximo año) por no haber reformado suficientemente, según la Comisión, “las 17 soluciones acordadas” en particular sobre la independencia del poder judicial y la lucha contra la corrupción, no ha caído en todos. Y así, la reunión del Ecofin de la próxima semana que iba a ratificar el “castigo” a Hungría, en realidad no anunciará nada.
Va a llevar más tiempo. Europa se encuentra en una esquina: la de ayer es una verdadera revuelta contra la unidireccionalidad de las decisiones de la Unión Europea, la que puede parecer, en ausencia de debate, casi una prepotencia.