En crisis económica y humanitaria, aislado del mundo, Afganistán vive su propio olvido tras el ascenso al poder de los talibanes. ¿Recuerdan? Gracias a un acuerdo con los Estados Unidos, obviamente nunca respetado, los integristas recuperaron el poder en poco tiempo restaurando la sharia. Los norteamericanos, que ya no podían más de aquella guerra larga y costosa, huyeron corriendo, ni siquiera tratando de salvaguardar la democracia.
Bueno, es noticia de ayer, Occidente esta vez tiene algo que aprender de los islamistas radicales. El emir que gobierna el país asiático, Hibatullah Akhundzada, ha ordenado a las administraciones despedir a hijos y parientes contratados para puestos públicos.
En resumen, lucha seria contra el nepotismo, sobre todo dentro del gobierno donde parece que de los recomendados se hayan cansado todos. El decreto del emir establece que quien es pariente debe ser desvinculado de sus funciones y también en el futuro no se podrán asumir familiares de quien ya está en el poder.
Algo que deberíamos hacer también en el avanzado, no se sabe cuánto, Occidente. Sin dinero porque son bajo las sanciones de todo el mundo, con los bienes en el extranjero congelados, los antidemocráticos talibanes intentan dotarse de una nueva credibilidad, un permiso de seriedad y buen gobierno, y dar una lección “moral” a los demócratas.