A veces vuelven. Como en Sonneberg, una ciudad de Turingia de 54.000 habitantes famosa una vez por las fábricas de juguetes (que ahora se han “trasladado” a China por los menores costos de mano de obra) donde el candidato de extrema derecha será el primero de extrema derecha en dirigir un distrito en Alemania. O en Raguhn-Jessnitz, ciudad de 9.000 habitantes en el este del país, en la región de Sajonia-Anhalt, donde Hannes Loth, de 42 años, será el primer alcalde del AfD.
El partido que reúne a los nostálgicos del tiempo que fue lo había intentado sin éxito en estos últimos meses con las elecciones al alcalde en la capital del estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Schwerin. Intento fallido. Pero esta vez en Sonnerberg y Raguhn-Jessnitz, en el corazón (“de tinieblas”, como señalan algunos cronistas locales) de una Alemania que teme a los inmigrantes y a los costos de energía, la historia ha escrito páginas inquietantes.
En Sonneberg, Robert Sesselmann no logró conquistar el Landrat en la primera ronda por solo 800 votos. Luego lo logró. Un consenso electoral más allá de los límites. La AdD ha superado el 20% (las encuestas dicen que incluso a nivel nacional uno de cada cinco votos de extrema derecha) y humillado en los votos también el SPD que tiene un fuerte arraigo en estas partes: gente sencilla, que con el tiempo, como ha sucedido en toda Europa, se ha empobrecido (y los servicios sociales también se han visto muy afectados) por las nuevas tecnologías, los costes de la Agenda Verde y la guerra en Ucrania.
Los extremistas en cuestión evidentemente no conocen la historia, pero muy bien cómo aprovechar la ignorancia local. El líder de la AfD en Turingia, Bjoern Hoeche, una vez llamó “una vergüenza” al monumento al Holocausto que está en la capital alemana. Los otros partidos, sabiendo que con los adversarios no se puede hablar, recurren a coaliciones extragrandes. Pero el SPD está en disminución desde hace tiempo.