(P. Fernando Pascual) – ¿Cómo miramos al futuro? ¿Qué resultados esperamos de las acciones humanas en nuestros días y en los próximos años?
La contraposición entre optimismo y pesimismo se hace patente a la hora de pensar en lo que pueda ser el futuro.
Para unos, el futuro mejorará las condiciones de vida de la humanidad, logrará una mayor limpieza en los ríos, ofrecerá tratamientos médicos adecuados para la mayoría, eliminará la pobreza y el hambre.
Para otros, el futuro quedará asfixiado por contaminaciones, guerras, injusticias, corrupción, nuevas enfermedades, pérdida de salud y de autonomía.
Diversos autores han analizado los presupuestos que llevan hacia el optimismo y hacia el pesimismo, y sus reflexiones ayudan para comprender el surgir de perspectivas antagónicas.
Un presupuesto acomuna a optimistas y pesimistas: la idea de que el futuro depende casi por completo de las decisiones de los seres humanos. Lo que ahora escogemos determinará lo que será el mañana.
Pero luego algo separa radicalmente a optimistas y pesimistas. Los primeros suponen que la inteligencia y la voluntad son capaces de orientarnos hacia mejoras sustanciales que, esperamos, beneficien a la humanidad.
Los segundos, por el contrario, o desconfían del conocimiento humano, o consideran que muchos actúan de modo egoísta e injusto, lo cual provoca graves daños en el presente, y seguirá provocándolos en el futuro.
Podemos, sin embargo, reconocer un hecho que puede inquietar tanto a optimistas como a pesimistas: no resulta posible controlar completamente el futuro, ni podemos comprender ahora las diferentes consecuencias de nuestros actos.
Ello explica por qué el futuro está revestido de misterio, sea por hechos naturales que sorprenden a los científicos más competentes, sea por opciones humanas que desconciertan a los psicólogos y a los sociólogos por su carácter extraño, incluso absurdo.
Optimistas y pesimistas lanzan hoy, como en el pasado, nuevas previsiones. Mientras, cada uno de nosotros caminamos, hacia un futuro incierto, con esas decisiones que tomamos cada día.
Esperamos (con algo de optimismo, aunque no siempre muy convencidos) que haya muchas decisiones que abran espacios a mejoras, para nosotros mismos y para los demás.
Sobre todo, esperamos que el tiempo presente nos permita acercarnos a la única meta que da sentido a toda la historia: la que se alcanza tras la muerte, cuando nos encontramos con un Dios que ama a cada uno de sus hijos, lo cual permite alcanzar el mejor “resultado” imaginable para cualquier existencia humana…