Sin genoveses, sin el eco de las habladurías de la aristocracia sevillana que aquí se reunía y tanto admiraba a los italianos (antes comerciantes de terciopelo o prestamistas, hasta ser íntimos y financieros de la Corona) que en el siglo XVI se abrieron paso gracias a las relaciones públicas, pero aún con los signos indiscutibles de la sagacidad italiana en aquel tiempo, el mármol de Carrara, los detalles renacentistas, el Palacio Pinello es desde hace sesenta años un Bien de Interés Cultural y hoy un hotel boutique de rara clase.
Es un enclavamiento perfecto, en el cuerpo medieval del edificio, de arquitectura italiana y mudejar. Ubicado en el céntrico barrio de Santa Cruz, que es el corazón de Sevilla, el hotel boutique tiene todo tipo de servicios de lujo, restaurante gourmet incluido. La terraza, con la Catedral a un paso, es un encanto.
El edificio lo quiso construir el canónigo de la Catedral de Sevilla, Jeronimo Pinelo (o más verosímilmente Pinello, la pronunciación castellana le cortó una letra), hijo del comerciante de origen genovés Francesco que se abrió camino por estas partes – tanto que fue enterrado junto a su esposa en la Capilla del Pilar de la Catedral – y tuvo como solidario a Cristóbal Colón.
A él Pinello financió segunda y tercera misión a las Indias (el explorador le reconoció que el amigo hacia “todo lo que puede, con buen amor y amplia voluntad alegre” ). Esa historia ha terminado: hoy hay otra que cuenta a los viajeros internacionales cuánto italianos y españoles se comprendieron y quizás se quisieron bien.