Mientras que Roma, Turín y Trieste buscan a su líder para los cinco próximos años, un dato es objeto de análisis en Italia para esta importante vuelta electoral – estamos a la segunda – en el cual el centro-izquierda eligió a muchos alcaldes, incluido el de Nápoles, a la primera vuelta. El número que cabrea a los italianos es que ya nadie vota. ¿Por qué enfadarse si no se va a las urnas? A las 23 horas había votado el 33,3% de los electores: casi nadie en comparación con las elecciones de hace tantos años, pero también con respecto a la primera vuelta la disminución fue del 6% seco.
También hay tiempo hoy, por supuesto, pero los analistas han comenzado las habituales apariciones televisivas, con el consiguiente debate. El análisis no es difícil: el tiempo era bueno casi en todas partes, las motivaciones para elegir alcaldes importantes nunca han faltado, no es el miedo de la pandemia ahora al final que no lleva a la votación, la única solución que queda es que los italianos están cansados de un sistema representativo que ya no los representa.
Es un hecho dramático. La desaprobación de la democracia, del ejercicio de un derecho libre, ya es constante en toda la Europa del Sur, pero en estos niveles nunca había sucedido. En Roma ayer fue al voto el 30,9%, en Turín el 32,6%, incluso en la supergarantista y democrática Emilia Romagna anoche había votado el 38,87 contra el 43,25% de la primera vuelta. No hay freno a esta derrota.