Articulo de P. Fernando Pascual – En los libros de historia aparecen guerrilleros sanguinarios presentados como héroes, revolucionarios asesinos que parecen salvadores de la humanidad, reyes y presidentes corruptos que brillan como si fueran defensores de la patria.
Existe otra historia que no aparece en los libros. La escriben esposos y padres que, día a día, sacan adelante a sus familias y permiten que haya una buena educación en los hijos.
La escriben trabajadores en el campo o en las fábricas, gracias a los cuales llega el pan a la gente, existen instrumentos de trabajo, y los coches, autobuses, trenes y aviones cumplen su servicio con eficacia.
La escriben sencillos soldados y policías que velan por el orden público, que luchan contra las agresiones injustas, que garantizan la seguridad básica en los Estados.
Es cierto que brillan mucho las gestas de un general que conduce a miles y miles de soldados en conquistas espectaculares, pero que provoca víctimas inocentes, daños enormes a la economía, y esa pena del alma de quienes ven morir a sus seres queridos.
Pero el brillo de muchos personajes famosos que llenan libros no nos debe hacer olvidar que los verdaderos motores de la historia humana son los hombres y mujeres “ordinarios”, que no hacen gestos admirables, sino que se esfuerzan por cumplir sus deberes cotidianos.
No es fácil escribir una historia sobre quienes hacen lo que parece intrascendente, porque no gritan, ni buscan aplausos, ni hacen discursos deslumbrantes para atraer la atención de otros.
Sin embargo, son esas personas sencillas las que llevan adelante, en serio, la historia de la humanidad. Esa historia queda casi siempre fuera de los libros, pero está presente en los corazones de quienes recibimos los beneficios del trabajo de tanta gente honesta.
Sobre todo, esa historia no narrada por documentos ni por crónicas llega directamente al corazón de Dios, que es el único Juez justo y bueno que reconoce cualquier gesto de amor y de justicia realizado por el más pequeño de sus hijos…