Según el Cambridge Dictionary la palabra clave del año que está terminando es Perseverancia, “el esfuerzo continuo para hacer o conseguir algo, incluso cuando es difícil o toma mucho tiempo”. En otras palabras: acepta en tiempos como estos que lo que sea que hagas normalmente no lo logre. Espera aún.
No es culpa de nadie, sino del Long Covid (virus ya es un término obsoleto), “la condición patológica en la que los síntomas de Covid siguen apareciendo a pesar de la curación de la enfermedad”. El pariente incómodo después de entrar en nuestra casa no quiere irse.
Una buena táctica para prepararle las maletas es utilizar con frecuencia la palabra Yolo (“You only live once”, sólo vive una vez), la preferida de los millones de personas que han dejado su trabajo este año para sentirse mejor. Las decisiones audaces son necesarias. Y están de moda.
“Bajo el volcán” se llama un libro extraordinario de Malcolm Lowry. Quien haya tenido la desgracia de estar este año en La Palma sabe que la naturaleza puede borrarnos en poco tiempo. Es la diferencia entre la que vive desde siempre, el Volcán, y aquellos, los hombres, a los que se concede en esta tierra, con respecto a la historia del mundo, el tiempo mínimo de suspirar y doler.
Pero quizás Webb lo haga, el telescopio más poderoso diseñado y lanzado la semana pasada con un cohete hacia lo desconocido. Desde mayo nos dará información sobre las galaxias más lejanas y más cercanas. Nos dirá si hay vida en el universo.
Seguramente conocerá algún admirador de Raphael o el mismo artista en una de sus giras espaciales. Raphael, que pondrá voz a la banda sonora de Cuéntame cómo pasó, es la palabra del año desde hace siglos y siglos y se postula para serlo también en la próxima década.
El mismo destino para las Letras griegas, de repente de nuevo de moda. En estos días gusta mucho Omicrón, especialmente a los inmunólogos. Nuestro temor es que tendremos que soportar todas las variantes del alfabeto, porque no parece que el virus quiera separarse de esta parte del universo.
El Pasaporte era, ya en los tiempos de los tiempos, una palabra ligada a la alegría de viajar y de conocer nuevos mundos y personas. Hoy es la limitación (¡cómo cambian, con el tiempo, los significados!) de tener que pasar tristemente acompañados de él de un lugar a otro (en la misma calle donde vivimos).
A este carnaval sin sentido, tendremos que añadir este año el tormento que nos dará la palabra Elecciones. Cuando ya no se sabe qué hacer, se recurre a una encuesta y a una lucha política innecesaria para llegar al punto que todos quieren: las elecciones. Donde todos podrán decir: he ganado otra vez El Gordo.
Y a mí tampoco este año me ha tocado. Empiezo a pensar que yo también tengo que ir a las elecciones de mí mismo. Pero siempre hay un billete que nos salva. La vida será, incluso en 2022, una Lotería.