Sea cual sea el final de esta guerra política que ha estallado en estas horas, pero que ha estado latente durante mucho tiempo, el PP subirá herido y debilitado. Génova ha decidido resolver la cuestión Ayuso con armas letales que admiten sólo la supervivencia o de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, si resistirá al ataque, o de la actual dirección madrileña (en el caso sería un autogol como nunca se han visto). La guerra es mediática, en escena abierta, disponible en todos los canales. Hay olor a sangre y por eso interesa a todos. Pero también – y así será – si sólo queda uno entre Casado y Ayuso, ¿qué pensarán los votantes de una historia que será evaluada por la Anticorrupción y quizás interminable?
El PP, cuando acusó a Ayuso (a la que incluso abrió un expediente) de haber favorecido a su hermano en la compraventa de máscaras por parte de la Comunidad que preside, no podía por menos de saber que esto pondría en peligro la credibilidad de todos. Y los rumores, si se confirman, de un uso de agencias de investigación, como en las películas de 007, con el fin de extraer la máxima fuerza documental para sus acusaciones, explican bien qué guerra debía ser y guerra fue. Ya no se soportaban Casado y Ayuso: dos modelos diferentes de gestión del poder, dos personalidades poco conciliadoras, dos ideas diferentes para llegar a Moncloa.
Isabel Díaz Ayuso inmediatamente quiso desmentir que su hermano, vinculado a una sociedad, Priviet Sportive, proveedor de máscaras a la Comunidad por 1,5 millones de euros, recibió una comisión de casi 300.000 euros. Resumió sustancialmente en: “Son 55mil y son una contraprestación por su trabajo, no una comisión por intermediación”. El hermano Tomas habría trabajado, por esa cantidad, buscando las máscaras en China y llevándolas, transporte incluido, a Madrid. Esta es una factura (la única relativa a la cuestión, dice Ayuso) que relaciona a Tomas con la sociedad Priviet. Hay otras tres, a las que supuestamente se refieren los vértices del PP. “Espero que con esta explicación nadie dude de mi honorabilidad ni de mi ejemplaridad” concluye la Ayuso.
El tiempo aclarará si fue apropiado o no (Ayuso afirma no haber sabido nada ni haber tenido que saberlo) dar ese contrato a esa compañía amiga de su hermano. Hoy nos preguntamos por qué desde Génova, sabiendo que la guerra podría llevar incluso a la extinción de quien la lanzó, han querido esto y por qué ahora. Seamos sinceros: todos sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano, como una pareja que ya no se ama o quizás nunca se ha amado. Pero es una despedida fuerte y, como en todos los matrimonios fallidos, serán los niños los que sufran las consecuencias.