La matanza televisada en directo es retransmitida, afortunadamente por los espectadores occidentales, solo en las horas nocturnas, cuando los cancilleres de media Europa duermen o están con sus amantes. Kiev está bajo asedio: los soldados rusos han llegado como todo el mundo lo mantuvo claro y ahora la capital está en llamas, Putin ha intentado – hasta ahora sin éxito – dirigirse directamente a los generales del Esrecito ucraniano, buscando a alguien capaz de hacer un golpe de estado y resolver el juego. Porque la resistencia ucraniana al gigante militar ruso es heroica. El presidente, Volodymyr Zelensky, respondió a los estadounidenses que querían sacarlo de Kiev: “La batalla está aquí. Necesito munición, no que me lleven”. Todos saben que si continúa así (los disparos van desde la plaza Maidan hasta los barrios de la ciudad) habrá muchas víctimas, pero es la única manera, el sacrificio, para escribir un destino diferente a una historia ya decidida.
Hubo bombardeos rusos toda la noche en la planta de energía CHP-6 para dejar la ciudad en la oscuridad. Está cerca de Troieschyna, en los suburbios, donde quien escribe ha vivido durante años, justo donde quién sabe cuántos edificios se han derrumbado esta noche bajo el peso de las bombas, y tomado cien veces las marshrutka, los pequeños autobuses amarillos que llevan al centro de la ciudad.
El gran corazón de este pueblo que no quiere volver a la historia está herido, pero no abatido. Empieza a ser amplia la condena de la invasión rusa y también presuntos aliados, como Kazajstán, responden un contundente no al envío de tropas. Moscú está lleno de gente protestando. Incluso en la Duma hay gente valiente como el comunista Mikhail Matveev: “Creo que la guerra debe ser detenida inmediatamente. Al votar por el reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, voté por la paz, no por la guerra. Para que Rusia se convierta en un escudo, para que el Donbass no sea bombardeado, no para que Kiev sea bombardeado”.
El mundo no quiere despertar esta mañana, que al menos nos ahorren las imágenes de lo que pasó anoche en Kiev. Las sanciones económicas podrán frenar otras matanzas – al menos así está en los planes – pero mientras tanto la incapacidad de un Occidente inepto ha llevado a lo que se sabía desde hace meses, si no desde hace años, es decir, una masacre de civiles.