¿Ha hecho bien Pedro Sánchez en normalizar las relaciones con Marruecos reconociendo su tesis de una autonomía limitada al Sáhara Occidental? ¿Es decir, apoyándose en las voluntades del país africano? Solo el tiempo nos lo dirá, porque si por un lado con Mohamed VI, después de un período de ruptura, las relaciones son óptimas (lo que significa también el control del flujo de migrantes hacia la península ibérica) otros frentes se abren amenazadores, como el de las relaciones con Argelia, proveedora de gas.
Sánchez no ha hecho otra cosa que seguir la senda trazada por Estados Unidos, primero con Trump y ahora con Biden, que reconoce sobre el Sáhara Occidental una soberanía marroquí. Cuestiones geopolíticas que también han contado con el apoyo de Alemania y de otros países. Si se gana por un lado – Marruecos es importante también y sobre todo para el intercambio comercial – España pierde con Argelia, que produce casi la mitad de las necesidades ibéricas de gas y está pensando en venderlo más caro.
Sánchez apunta a compensar la maniobra que está haciendo con Europa, que ha reconocido una “excepcionalidad energética” a la Península Ibérica, pero tiene grandes dudas al respecto, en primer lugar porque favorecer a España en este – que pondría un límite máximo al precio del gas – podría desequilibrar el mercado común europeo. Los técnicos están profundizando. Pronto se verá si la apuesta del Presidente del Gobierno será ganadora o no.