Todos los esfuerzos diplomáticos han servido de poco ante el veto húngaro. Las medidas que Europa había preparado sobre el embargo al petróleo ruso no están todavía listas porque Budapest ha vetado una cuestión secundaria hasta ayer: quiere que el patriarca Kirill, máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa rusa, se excluya de las listas negras afectadas por los intereses económicos de la UE tras el estallido de la guerra.
Cuatro mil millones de activos congelados que ayer, en la reunión de todos los embajadores de la Unión Europea, marcaron la diferencia. Ningún acuerdo, que debe ser adoptado por unanimidad, y sobre todo un debilitamiento, frente al mundo, de las posiciones comunes contra Rusia. La exención temporal (hasta finales de 2024) tampoco sirvió para que Hungría siguiera recibiendo petróleo a través de oleoductos antiguos como el de Druzhba.