Si es una preocupación excesiva de los fieles o una, por el momento, entre las más tímidas posibilidades, se comprenderá quizás el 28 de agosto, cuando se vaya en visita pastoral a L’Aquila. En la ciudad de Abruzzo el Papa emérito Benedicto XVI apoyó su estola sobre la tumba de Celestino V, el primer Pontífice en la Historia en dimitir. Y después Ratzinger renunció verdaderamente.
Los rumours corren, a decir verdad sin demasiada fiabilidad, pero todos están preocupados por algunas señales que el Papa Francisco ha dejado en estos días en su camino. La frase “Antes que operarme renuncio” en relación a sus conocidos problemas de rodilla. La visita dentro de más de dos meses a L’Aquila precisamente. El Consistorio de los cardenales antes y después de la visita en Abruzzo. Las señales contrastan fuertemente con los viajes ya planificados y confirmados al Congo, Sudán del Sur y Canadá.
Simplemente quizás el Papa bromea sobre un tema sobre el que ha sido claro: no quiere ni hacerse una intervención quirúrgica ni esperar los inevitables tiempos de una rehabilitación. Más bien “renuncia”. Y para demostrar que se preocupa por su vejez (tiene 86 años) citó a la actriz Anna Magnani: “¿Por qué tengo que cubrirme las arrugas si he tardado tanto en tenerlas?”.