El mundo pensado y querido por Mikhail Sergeevic Gorbachev, el hombre que disolvió la Unión Soviética para dar paso a un país moderno, de mercado y democrático, ya no existe. La Guerra Fría, que había liquidado con las armas del diálogo y de la transparencia, perestroika y glasnost, ha vuelto a ser protagonista. El Muro de Berlín, que Gorbachov quiso demoler para hablar con los antiguos enemigos (por esto tuvo en 1990 el Nobel de la Paz), corre el riesgo de ser edificado de nuevo y esta vez donde termina el Imperio Otan y comienza el Imperio Ruso.
Muchos han contestado, el día de su muerte, al “reformista” Gorby por haber “entregado” lo que era la Union Soviética a quien hoy la combate. Es cierto que las ideas del estadista ruso han sido superadas por los acontecimientos, incluida la de construir con Washington un mundo sin la pesadilla nuclear.
Pragmático en el pensamiento y poco popular en la patria, partidario de la democracia y del mercado, Gorbachov quería que Rusia fuera parte de Europa y no más aislada. Han pasado treinta años, pero parecen treinta siglos: hoy el país de Putin tiene teorías diametralmente opuestas.
La codiciada Unión de Repúblicas con políticas exteriores y de defensa comunes (Comunidad de Estados Independientes), el proyecto de Gorbachov, pasó por un golpe de Estado y meses de confusión, pero finalmente se dio la noticia de que “la Unión Soviética había dejado de existir”.