En nombre de una amistad que ellos mismos han definido “sin límites” China y Rusia se han encontrado y han vuelto a hablar “inevitablemente”, como ha comentado el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, del plan de paz en Ucrania.
Una señal fuerte para el mundo y los EEUU el aterrizaje en Moscú del presidente chino Xi Jinping, una advertencia, pero sobre todo el intento de encontrar una solución al conflicto después de que la Corte Penal Internacional emitiera en los últimos días una orden de detención para Putin por crímenes de guerra. “La resolución del conflicto en Ucrania será posible si las partes siguen las directrices del concepto de seguridad colectiva”, dijo Xi, que había previamente, en su papel de hombre de paz, escrito un plan de doce puntos para lograr que Ucrania y Rusia acordaran.
Washington es escéptico sobre la voluntad real de Beijing de llegar a un acuerdo incluso para “los amigos históricos”. Pero es cierto que también China ganaría mucho de la paz, aunque sea “partidista”, y sin embargo considerando a Estados Unidos como la causa de todo.
El punto focal de la cumbre entre Putin y Xi es si Pekín, que desde hace un año ha visto aumentar considerablemente el intercambio comercial con Moscú, quiere dar una verdadera mano, incluso militar, aunque hasta ahora siempre lo ha negado, a los rusos. Pero no puede romper con el Occidente al que está vinculada por asuntos estratégicos.
