La resistencia contra la dictadura de los teléfonos móviles y los medios sociales en algún lugar tenía que empezar. Y no por casualidad parte de la región más creativa y sociable de España, Andalucía. Mérito de un alcalde que conoce bien las dinámicas comunicativas, José Carlos Sánchez (“en Madrid están conociendo Algar. También en Barcelona. Y en muchas otras regiones. Con esta pensada estamos proporcionando publicidad gratuita a nuestro municipio”). El primer ciudadano de Algar, a una hora de Cádiz, ha nominado al país de 1.400 almas a ser reconocido como patrimonio de la UNESCO. Y con una motivación especial: para querer ser capital mundial de las “charlas al fresco”. Es la revancha que todos esperábamos.
Como destacó el alcalde, lo que quieren valorizar “es lo contrario de las redes sociales. Se trata de conversaciones cara a cara, que son un beneficio para la salud mental”, porque ”hacen sentir menos solos”. La invitación es volver a hablar al aire libre en lugar de encerrarse en el mutismo de Internet. Un gran elogio a la vida real y con infinitas ventajas: la salud, ahorro de energía, un renovado sentido de comunidad.
“Los habitantes salen a la calle y, en lugar de sentirse solos, lo que obtienen es una sesión de terapia”, dijo Sánchez. Indudablemente, un primer ciudadano a la altura. Algar se merece ser patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO, con sus “charlas al fresco”, como el arte de la pizza napolitana o la cultura de las saunas en Finlandia. No responderán inmediatamente. Pero en Algar hay tiempo. Esperarán.