Cuando el desafío se hace difícil, el Sevilla siempre sale con una naturalidad desarmadora. Es quizás más fuerte de lo que pensamos, aún más, el equipo de Lopetegui. En las últimas horas ha derrotado el Cádiz, la pandemia, las lesiones y la ausencia de jugadores clave, el mismo escepticismo de comentaristas nacionales que – y se equivocan mucho – ya han cosido el título de la Liga a las camisetas del Real Madrid. Y en cambio sucede que los merengues pierden con el Getafe y el Sevilla hace un segundo tiempo impresionante (aunque no cierra el partido inmediatamente después del gol de Ocampos, como debería haber hecho) con juego, ocasiones de gol y fuerza mental evidente.
Lopetegui mezcló las cartas en la formación inicial y luego con sabiduría cambió los papeles y deberes. Es difícil que el técnico se equivoque en una decisión. Con un mediocampo que se conoce de memoria, mantiene el balón y rápidas verticalizaciones el juego está hecho; pero también con la intuición de Acuña central, con la confianza concedida al joven Ivan, decisivo en el gol de la ventaja.
El Real Madrid está a sólo cinco puntos, pero el Sevilla tiene un partido menos. Está en plena lucha por el título, único contendiente, y como lo ha hecho esta vez se aprovechará de los errores del equipo de Ancelotti porque juega un fútbol sabio, quizás por un tiempo menos espectacular, pero sabe lo que hace y tiene una paciencia infinita para romper las defensas de sus oponentes. Contra todo y contra todos, un equipo que quizás tiene en el vestuario – lo confirmamos anoche – su punto fuerte.