Pero, ¿existe la posibilidad real de un golpe de Estado en Rusia que sustituya a Putin? Según los opositores el momento está cerca: con una campaña militar que no ha convencido a nadie y a pesar del referéndum que ha anexionado el Donbass, con cada vez menos recursos, sin socios internacionales que lo apoyen abiertamente, el presidente ruso corre el riesgo.
Los analistas internacionales subrayan que si tuviera que usar la atómica, incluso “táctica”, como le sugirió el líder checheno y aliado Kadyrov, alguien, entre ejército y oligarcas, podría ponerse en marcha y hacerlo dimitir o algo peor. Es más difícil una revolución popular, aunque la oposición permanece vigilante aunque a la defensiva.
Acorralado por el avance militar ucraniano de estas semanas, Putin ha aumentado el nivel de amenazas a Occidente. Siempre es así: la escalada “cubre” todas los problemas de la invasión, pero esta vez el ejército puede no obedecerle.
La apertura, en su último discurso, sobre una posible mesa de negociaciones con Ucrania, es una señal que demuestra, como ya sabe la población rusa, que Putin se está quedando sin municiones. La guerra no se gana, por no decir que está casi perdida. La economía rusa está enferma y reaccionará peor a medio plazo. Además, se preguntan por ahí, ¿de verdad manda él?