Han pasado dos años desde la muerte de uno de los jugadores más fuertes que Andalucia, España y por supuesto el mundo han tenido. Un tremendo choque en el camino hacia Utrera nos ha privado de la alegría, de la genialidad y sobre todo de la clase infinita de Juan Antonio Reyes, hijo predilecto del sevillismo.
Treinta y cinco años vividos intensamente: fue muy querido por los aficionados de Sevilla, desde donde en 2004 se fue al Arsenal para ajustar las cuentas de su club más amado, y de los equipos en los que militó por la fantasía futbolística – dijo alguien que sólo un genio futbolístico ve espacios donde no hay y para Reyes esos espacios eran praderas – y de la bondad del carácter.
Ánimo rebelde, como tantos jugadores que dejaron una huella indeleble en el fútbol, Ryes ganó la Premier League en Inglaterra más otros trofeos, la Liga con el Madrid, dos Europa Leagues y una Supercopa con el Atlético, y tres Europa League con su Sevilla. Nadie puede olvidar al zurdo que hizo soñar a su generación con golpes que sólo en el cielo se pueden hacer.
