Sostenemos desde hace tiempo que la figura del Rey Felipe VI es subestimada, por razones esencialmente ajenas a él (las vicisitudes del padre, la conveniencia política, hasta el intento siempre actual de deslegitimar la Corona). Lo confirmamos ayer por la noche en el tradicional mensaje a la nación en un discurso muy equilibrado en el que el Rey respondió claramente a las dudas, sin mencionar nunca a Juan Carlos pero tomando claramente las distancias ahora que se habla de su regreso: la Monarquía debe ser “honesta, íntegra y transparente” y “ejemplo de integridad pública y moral”.
Una Monarquía moderna, lejos de acontecimientos recientes que nada tienen que ver con el “nuevo curso”: “Debemos estar en el lugar que constitucionalmente nos corresponde, asumir, cada uno, las obligaciones que tenemos encomendadas” y esto es “respetar y cumplir las leyes”.
El otro mensaje ha sido para las instituciones, en esta época de fragmentación política: “Debemos tener siempre presente los intereses generales y pensar en los ciudadanos, en sus inquietudes, en sus preocupaciones, estar permanentemente a su servicio y atender sus problemas”. Los políticos deben “colaborar” entre sí y entenderse según el Rey porque de lo contrario las instituciones perderán credibilidad más de lo que ya han perdido la confianza de los ciudadanos. “Creo sinceramente que los desafíos que tenemos por delante representan para España una auténtica encrucijada. Son sin duda una oportunidad histórica, incluida una exigencia para ponernos al día, para actualizar y modernizar nuestro país”.
Felipe VI ha hablado también de la “situación de vulnerabilidad” en la que se encuentran muchas familias después de la pandemia y los habitantes de La Palma y de la falta de empleo que afecta sobre todo a los jóvenes. Y lo que ha subrayado sobre la Constitución, que merece “respeto, reconocimiento y lealtad”, es la conclusión sobre un discurso honesto, leal, inspirador.