Al César lo que es del César. Gracias a Julen Lopetegui y a los jugadores por conseguir la Champions por tercera vez consecutiva. Pero es la erupción de un Monchi perturbado al final del partido la que toma la escena, más que el empate en casa del Atlético de Madrid donde han rendido homenaje a un campeón que se va, Luis Suárez (y quizás precisamente en dirección a Sevilla, como señalan algunos periódicos).
Lo que dijo Monchi. Primer punto: fue un año difícil y estos fueron días de particular tensión. Punto segundo: Monchi admite – se le reconoce la gran honestidad intelectual – sus errores y la necesidad “de cambiar algo”. Punto tercero: quien difunde los rumores de un contacto con Diego Martinéz quiere “desestabilizar el ambiente”. Pero no lo conseguirá, según el director deportivo del Sevilla: “Tengo el culo pelado y las espaldas muy anchas”. Punto cuarto: Lopetegui es un entrenador magnífico, tiene un contrato hasta 2024, pero habrá que analizar este año complicado y “nadie es indispensable”.
Para ser un desahogo es un desahogo complejo. Mochi sabe que el hincha sevillista y los aficionados son exigentes. El “podemos quedar aún tercero” a muchos no basta y en el ambiente se ha creado un sutil malhumor porque el Sevilla se ha consolidado entre las grandes de España pero no ha dado el salto de calidad que se esperaba. Y entonces se deja, quizás y más allá de las palabras, una salida.
No será suficiente la probable llegada, anunciada por los medios en las últimas horas, del centrocampista del Sporting de Lisboa João Palhinha y el de otros excelentes jugadores, como quizás Suárez o Giovanni Simeone. Se sentarán en una mesa con Lopetegui y se aclararán. Hacer que todo sea transparente es hoy una necesidad: entrenador, objetivos futuros, sobre todo qué Sevilla debemos esperar. Pero ciertamente evitar en el futuro que se creen situaciones como la de estos días, este malestar, porque no hay razón para ello.