Huyen a Georgia o Finlandia. Largas colas de ciudadanos rusos que abandonan el país para evitar el reclutamiento forzado decidido por Putin. El presidente ruso – todas las señales conducen a esta verdad – está en dificultades. El ejército, que debería haber conquistado Ucrania en poco tiempo, en realidad se está retirando (manteniendo el control sobre el Donbass con relativo “falso” referéndum de anexión).
El propio Zelensky subrayó: “Hemos logrado cambiar el curso de la guerra… Estamos avanzando hacia la victoria”. Y la movilización masiva de 300.000 rusos querida por Putin (oficialmente para “proteger nuestra patria, su soberanía e integridad territorial y garantizar la seguridad de nuestro pueblo y del pueblo en los territorios liberados”) sería una confirmación de ello. Generado el pánico, la fuga de decenas de miles de personas del país es la consecuencia directa, que no excluye – escenario considerado actualmente poco plausible, pero no en el futuro – que sean los propios rusos los que destituyan a Putin.
El mundo pende de un hilo: ¿cómo podría reaccionar un hombre aislado incluso en su propia casa, con viejos amigos como China cada vez más perplejos hacia él? Existe el temor de que se lancen armas químicas o nucleares, también porque después del referéndum-farsa el Donbass será considerado territorio ruso. Es decir, primero se ataca y luego se crea la coartada para parecer atacado.