Antes entrenador del Edilnord, equipo de aficionados en el que jugaban su hermano Paolo y sus amigos de siempre, Fedele Confalonieri y Adriano Galliani, y hoy técnico del Monza, en la serie A. Silvio Berlusconi no deja de sorprender. Insatisfecho con los dictados tácticos de Mister Stroppa habría decidido ponerse a dibujar las geometrías del equipo, hoy en el último lugar de la clasificación.
Eran tiempos, los de Edilnord, en los que el Cavaliere hacía todo, aunque los recuerdos de quien vivió aquella aventura se desvanecieron (han pasado sesenta años): conducía el autobús, llevaba las camisetas, hacía el presidente, decidía la formación, ofrecía pizzas como premios después del partido.
Ayer, después del empate con el Lecce, Berlusconi dijo claramente que llegó su momento: “Ahora tendré que preocuparme de nuevo yo, como al comienzo de los campeonatos de serie B y C cuando le di al equipo la configuración correcta. El Monza debe cambiar la forma de estar en el campo”.
Es un regreso a los viejos tiempos. De hecho, el Cavaliere tuvo “enfrentamientos” con los entrenadores de sus equipos sobre las tácticas a jugar, tanto que el sueco Nils Liedholm, en la época del Milan, hizo ironías sobre su pasado como entrenador del Edilnord. “Yo había señalado cosas simples después del partido con el Udinese, pero no siguieron mis consejos”. No le hicieron caso. Entonces él tiene que hacerlo.
