Han pasado tres meses desde que la Cumbre Vieja inició su espectáculo de muerte y destrucción en La Palma, en las Islas Canarias. Y desde hace tres meses las televisiones de todo el mundo emiten cada día el show de esta naturaleza iconoclasta que ha hecho evacuar a miles de personas de sus casas y enterrado más de mil trescientas hectáreas de lo que hasta hace poco era un valle fértil.
Ahora todo es ceniza y desencanto, aunque desde hace cinco días el volcán se ha detenido y quizás para siempre, aunque los expertos siguen siendo cautelosos. Trajo consigo casas y tierras, sueños y esperanzas de los residentes, como hace 50 años, aunque esa erupción fue menos mortal. Eran las 15.11 horas del 19 de septiembre cuando la Cumbre Vieja, anunciada por pequeños terremotos que los sismógrafos habían grabado, entró en escena e inmediatamente hizo evacuar, 5.000 personas a las que les dieron 15 minutos para llevarse algo de lo que se había convertido en su pasado. Colas ardientes de lava han comenzado a ser televisadas por todas partes, tragando aquí casas, allí terrenos, piscinas, árboles, iglesias como la de San Pío.
Barrios borrados de los mapas, pueblos enterrados en el pasado, hasta que la lava llegó al Océano Atlántico donde agregó tierra a la tierra de la isla destruida. No os olvidaremos, dijeron el Rey y el Gobierno que destinó cerca de cuatrocientos millones de ayuda. Pero los números del desastre, con mil seiscientas casas destruidas, mil millones de daños, setecientos mil evacuados, dicen de cuándo fue grande esta tragedia.