Su capitán le sacó la lengua para respirar. Con la mente nos fuimos todos al 28 de agosto de 2007, hace un siglo y sin embargo un recuerdo tan vívido, a cuando en el terreno del Sánchez Pizjuan se abatió el joven sevillista Antonio Puerta. Ayer se tocó el drama en Copenhague en el tercer partido de Europa durante Dinamarca-Finlandia. El joven de 29 años que juega en el ínter, Christian Eriksen, se ha desplomado por lo que parece ser una arritmia cardíaca. El danés se salvó, a diferencia de Puerta.
“Respira y se las arregla para hablar: está fuera de peligro”, estas son las palabras del agente del jugador, Martin Schoots, después de interminables minutos en que – sus compañeros de círculo para defender el fuera de clase incluso de la vista de los espectadores – después de escucharlo en el hospital, ya puede chatear con el mundo exterior. Era el minuto 43 de la primera vez y un compañero le pasaba el balón por un cobertizo lateral. Bajó como una roca. Christian cayó con la cara hacia adelante. Todo el mundo entiende que algo grave sucedió, aunque en este momento no sabemos cuánto.
Los médicos de las dos formaciones están todos a su alrededor y es un fotógrafo que logra confeccionar la imagen de estos europeos: Eriksen intubado pero con los ojos abiertos después de 12 minutos de masaje cardíaco. Vivo. La esposa desciende de las tribunas, aterrorizada. Lo ven en todo el mundo. Y por todas partes toca, después del miedo, ese aplauso liberador del estadio. La tragedia esta vez, gracias a la rápida intervención, no ha habido.
