Federico Costantini. Un (excelente) poeta en Pesaro

“Yo me pongo en el lugar del paciente. Y luego, en los del terapeuta”. Él, el versátil y culto Federico Costantini, el escritor cuyo panorama literario italiano se está entrelazando. Para saber por qué basta con leer sus libros que fascinan y desconcertan y escucharlo: “Lo que escribo es mi espacio para dialogar con los demás”. Es decir, lo que el mundo, “uno solo”, como subraya el artista, necesita, especialmente en estos tiempos.

Pesarese, de 45 años, Costantini es un descubrimiento importante: entre Via Passeri y Novilara, en la casa de sus padres, ha escrito desde diferentes ángulos, alfil de una Cultura polifacética y con la curiosidad que corresponde a los grandes literatos.

En los “Poemas de campo”, en los que, nuevo Lucrecio, afronta la relación con Dios y la Naturaleza, encontrando significados y conexiones entre granos y cedros (“ornamentado y decorado, no se doblega a las desventuras/ sórdido y recto sobre un monte de agudezas”), tilos y sorgos, entre imaginarios y concretos lagos y aparceros (“Con cuidado desde siempre dispuesto por los campesinos/ enviados y milagrosamente mundos/ la vista a su alrededor estaba agradecida en los siseos campestres,/ mientras este grupo yace de surcos y tendidos/ valles, al aparecer perderse lejos, sin finitud”) es un mundo de “reglas ásperas y sin límite alguno del tiempo”, pero también resplandece la verdadera fuerza de este poeta extraordinario, la certeza de “una vida sufrida, pero llena de alegría y esperanza”.

Pocos como Costantini logran hacernos entender qué es caminar por ese “Camino Blanco” (fue el título de su debut literario) y pocos saben devolvernos los olores de la tierra comida al cielo. Porque Federico escruta y huele, ve (para enfocarse, que es el trabajo más difícil de todos) y ve más allá, y no se olvida de mirar hacia atrás, a sus Leopardi y Pascoli, los maestros, los vivos, los que sufren y que, en lugar de renunciar, han dado un significado también a la vida de los demás.

Es “en los fundamentos de la historia definitivamente perdida” que encontramos el canto liberador del Nuestro, en el “llanto liberador”, en la “esperanza tangible”. Ya editores de nivel se han dado cuenta de las profundidades de Costantini. Otros, quizás también el psicoterapeuta que en nosotros, a quien el escritor ha dedicado una trilogía, tendrán noticias en breve. El motivo es simple: no se pueden ignorar concreción y anhelo de los espacios, ni dejar de lado los claroscuros de la vida, y en esto Federico nos ayuda. Y con qué estilo, con qué clase de idioma.

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