El hombre que decidirá las elecciones francesas es el que ven en la portada. Se llama Jean Luc Melenchon, es el líder de France Insumise, la formación de izquierda, ni siquiera demasiado moderada, que en la primera vuelta de las presidenciales francesas tomó un increíble 22% de los votos. Sus electores son la balanza en la segunda ronda electoral que decidirá quién, entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, será el nuevo número uno de Francia. Sí, porque a la izquierda no están convencidos de votar por Macron, el presidente quizás más “odiado” de todos, como era normal teniendo al otro lado una candidata que viene de la extrema derecha.
¿Pero por qué a los franceses no les gusta Macron? Porque ha tenido una vida demasiado fácil. Porque denota siempre un aire de superioridad. Porque escucha poco a los demás. Porque, en definitiva, forma parte de otro mundo, el de los dirigentes, de los ricos, de los privilegiados, desde siempre. Al menos así lo describe quien no votará por él, a pesar de estar a mil años luz de Le Pen.
La nueva Juana de Arco, limpiada en la imagen desde hace algún tiempo, asiste en estas horas tranquilas a la evolución de los sondeos, aunque desde Bruselas ayer la llamó la Oficina antifraude de la Unión Europea para hacerle devolver 137.000 euros de eurodiputada (617.000 en total en su partido) que ha gastado supuestamente para otros fines no permitidos, como financiar su partido.
Le Pen sabe que una eventual victoria sería mérito de los electores de Melenchon, cansados del perbenismo del Emmanuel nacional. Macron, según las últimas encuestas, está un 55,5% por delante del 44,5% de la candidata de la derecha. Ganó dos puntos. Es difícil que los franceses se pongan en manos de una mujer que quiere cambiar Europa – querría ya no un continente unido, sino una alianza de Estados – y está “cerca” de Putin.