La esperanza sobre la apertura de los corredores humanitarios, luego los bombardeos que comienzan de nuevo haciendo imposible la fuga de los civiles. Los rusos no se detienen ante nada y es probable que las conversaciones de mañana con Ucrania no tengan éxito. Los doscientos mil que debían ponerse a salvo dejando el asedio de Mariupol (que no tiene ya reservas ni de comida ni de agua) y los quince mil de Volnovakha, mujeres y niños, fueron obligados a volver a los infiernos de sus ciudades.
Mientras tanto, la guerra continúa: Kiev es ahora asediada y espera el combate final, que podría durar muchos días si no semanas. Los rusos han apostado, después de la conquista de la central de Zaporizhia, otras instalaciones nucleares. En el sur del país sólo se espera el ataque final a Odessa. Es un conflicto en el que los rusos continuarán y los ucranianos están dispuestos a resistir, será una masacre si las diplomacias occidentales no resuelven el problema. Ayer por la noche, el primer ministro israelí Naftali Bennett voló a Moscú: se reunió con Putin y luego habló con el francés Macron y el alemán Scholz, así como con el presidente Volodymr Zelensky.
Los israelíes mantienen relaciones privilegiadas con Rusia por razones históricas y de inmigración, con una comunidad relevante en su interior. Todavía no se puede detener a los tanques rusos. Las declaraciones de Putin son continuas e iguales en cuanto al fondo: Ucrania es nuestra y no nos conformaremos con eso. En los próximos días, el presidente estadounidense Biden enviará a reunirse con los jefes de Estado de los países de la OTAN amenazados por la ofensiva de Putin tanto su vice Kamala Harris como el secretario de Estado Antony Blinken.
No será suficiente, ni China, que todos invocan como mediadora perfecta, parece querer implicarse demasiado, en este momento, en el asunto. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, hablará hoy con Putin. Se espera en el milagro de las mediaciones porque viceversa la Tercera Guerra Mundial ya está en Europa.