El ciclo ha durado muy poco esta vez y solo lo recordaremos por haber ganado la Eurocopa. Ese equipo que tenía un juego de cien por hora, lleno de invenciones y verticalizaciones, que celebramos hace apenas ocho meses, ahora es un grupo de jóvenes confundidos y sin ganas de ganar o competir. Italia no participará en el Mundial por segunda vez consecutiva, un sacrilegio más que un error de la Historia.
Vimos en la televisión a una nación que representaba fielmente al país como es ahora: desmotivado, lleno de inseguridades, en busca de su improbable supervivencia. Contra Macedonia del Norte, que ya lo dice el nombre no es Brasil, los Azzurri han equivocado lo imposible, siendo luego castigados en la recuperación. Jóvenes multimillonarios que no tienen la fuerza para patear una pelota, la voluntad de hacer su oficio, el intelecto de saber que todos esperaban, en estos días difíciles de la humanidad, una satisfacción deportiva.
Ya estaban cansados y desilusionados antes de entrar al campo, por otra parte exprimidos como pollos de batería con un partido cada tres días, confundidos como su entrenador, Roberto Mancini, que puso en el campo una formación sin talentos ni ambiciones. Es la señal de la rendición, del equipo como de los espectadores, que en Qatar en noviembre animarán al outsider sudamericana o africana, simulando divertirse como en la Playstation. Qué vergüenza. Pero no por haber perdido, sino por haber engañado a la gente y sin duda de hacerlo.