“No han hecho lo suficiente”. Aunque agradece los esfuerzos realizados hasta ahora por el mundo occidental para detener a las tropas rusas, el Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, ha sido claro en un artículo escrito para el periodico “Die Welt”: “O Alemania será una nación líder en el apoyo a nuestro país y en la lucha contra el mal ruso, o tendrá que asumir una nueva culpa histórica por vidas perdidas y ciudades destruidas”.
Kuleba no quiere “escuchar aún que Alemania que necesita más tiempo para tomar decisiones sobre el suministro de armas, que es escéptica sobre la adhesión de Ucrania a la UE y que es reticente a utilizar los instrumentos de sanción más poderosos contra Rusia”. Se lo dice a todos porque mientras tanto las masacres continúan. En Mariupol, que está asediada y bajo bombardeos, los hombres de Putin han golpeado y destruido incluso un hospital pediátrico.
El alcalde de la capital ucraniana, Vitaly Klitschko, dijo en una entrevista a la CNN que “Kiev puede resistir solamente una semana” si las fuerzas de Moscú la rodean. “Necesitamos los jets ahora, ayúdennos”. Es un llamamiento, desesperado y apasionado, continuo y OTAN, Estados Unidos y Europa responden con sanciones adicionales, tal vez un corte en la compra de gas y petroleo ruso, pero no parecen dispuestos a intervenir. Putin sigue pidiendo el reconocimiento de Crimea como rusa y de los territorios de Donbass para que puedan continuar las negociaciones, estériles hasta ahora sobre todo en los pasillos humanitarios: el drama de los refugiados es cada vez más horrible.
También se ha hecho oír a China, a la que todos reclaman como mediadora. Pero hoy ha acusado a la OTAN, a través de las palabras del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, de querer el “punto de ruptura” en las relaciones con Rusia. Moscú continúa su escalada. No es poca la señal que han dado con el ejercicio militar en Transdniéster, la parte filorusa de Moldavia.
Transdniéster podría llegar a ser estratégico para conquistar tanto el país limítrofe con Ucrania como el puerto de Odessa, que está a sólo cien kilómetros de distancia. En este momento, Rusia sólo tiene que preocuparse por su economía, que, según advierten las agencias de rating mundiales, podría seguir degradándose. Las sanciones funcionan, pero así no se puede detener a Putin.