Es la película estadounidense habitual: recaudar fondos a toda costa, en vano, los clientes que se van con la velocidad de la luz, y se emitió en las pantallas mundiales en estos días. El crack de Silicon Valley Bank era previsible, inevitable decretar su quiebra por parte de las autoridades estadounidenses. El mundo financiero internacional está a punto de explotar, como a los tiempos de Lehman Brothers o Washington Mutual.
Al guion de la película solo le faltaba la declaración de Elon Musk, el hombre-perejil del negocio mundial: “Estoy abierto a la idea de comprar el SVB”. Le sugirieron de fortalecer Twitter, que carece de un brazo financiero, y hacer del Silicon Valley Bank un banco virtual.
La causa del colapso del SVB podría ser, según muchos analistas, el aumento de las tasas de interés de liquidez por parte de la Fed. Y aunque la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, aseguró a todos con un obvio “nuestro sistema bancario sigue siendo resiliente”, muchos, incluidas nuestras economías, están temblando.
El efecto de contagio – el colapso es el mayor desde 2008 – podría tener consecuencias que aún no se imaginan. En las Bolsas se han visto muchos afectados, algunos títulos bancarios han caído hasta un 5%. La retirada del dinero debido a la caída de la confianza en las instituciones bancarias podría acelerar la situación.
