La invención de la soledad de Paul Auster. La literatura pierde uno de sus padres

Uno de los libros que sus lectores más han amado se titula, casi como una premonición, “4 3 2 1”. El protagonista es un niño judío nacido en Newark: es él, Paul Auster. A los 77 años se fue uno de los protagonistas del posmodernismo, al igual que los famosos colegas – al menos tanto como él – Thomas Pynchon y Don DeLillo. Se fue allí donde escribió la vertiginosa “Trilogía de Nueva York”, que nos contó lo profundas que son las soledades y las neurosis humanas. Todo, o casi todo, se rige por el azar en las obras de Auster (“Moon Palace”, “La música del azar”, “El libro de las ilusiones”, “Las locuras de Brooklyn”, “Baumgartner”, su última obra maestra).

Nacido en una familia judía de origen polaco en Newark, Auster no vivió situaciones familiares simples: primero su hermana y su desequilibrio mental, luego su hijo Daniel murió de sobredosis hace dos años a 44 años poco tiempo de su hija de diez meses Ruby, Daniel era el principal acusado.

Auster viajó mucho: un año lo pasó en un petrolero, cuando era joven estuvo durante largos períodos en Europa, entre Francia, Italia, España y rindiendo homenaje a uno de sus mitos, James Joyce, en Dublín. En “New York Review of Books” y “Harper’s Saturday Review” comenzó a publicar después de los viajes. Su primera novela, “Ciudad de cristal”, primer capítulo de la famosa “Trilogía de Nueva York”, fue rechazada por diecisiete editores antes de que una pequeña editorial creyera en él.

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