Al final, pagará a la comunidad, como siempre. La pesadilla más recurrente para la gente común, que sus ahorros se esfumen por los movimientos malvados de algunos banqueros, ha regresado. Las finanzas son tan frágiles. Y sobre todo los rescates, como en el caso de las americanas Silicon Valley Bank y Signature Bank, protegen a todos, incluso a los que no deberían, los pequeños y los grandes, los pobres y los ricos puestos en el mismo caldero.
El tsunami de estos días se detendrá con préstamos masivos: 54 mil millones de dólares para restablecer la liquidez de Credit Suisse del Banco Central Suizo, una necesidad porque, por el contrario, se derrumbaría todo el castillo de cartas de las finanzas mundiales.
De repente nos damos cuenta de “debilidades concretas”, como han admitido los propios banqueros suizos, quizás porque ese dinero lo han gestionado mal y prestado peor, luego basta que el presidente del Saudi National Bank haga una declaración (“no le prestaremos liquidez”) y salta todo, el instituto suizo por excelencia y a remolque, quizás, medio mundo.
Los bancos en general, para justificarse, dicen que la causa es el cambio de piel, las profundas reestructuraciones, las transformaciones estratégicas. Todas grandes mentiras. La verdad es que todos han jugado con el dinero, imprimiendo quizás dinero de manera anormal, como si no hubiera un mañana. Han subido los tipos de interés y corregido las economías propias y, en consecuencia, las de los demás.
Se ha acabado el paquete. Incluso aquellos que han presionado y presionado a los bancos, es decir, el sistema político, saben ahora que o nos contraemos o terminamos en el abismo.