Los jets que atraviesan el estrecho de Taiwán son la clara expresión de la irritación china en la visita de la “speaker” de la Cámara de Estados Unidos, Nancy Pelosi. Hace 25 años que un representante estadounidense tan importante no ponía presión en la isla. ¿Y ahora, en este aumento de tensiones? Por un lado jet (China reclama a Taiwán como su “provincia”), por otro lado cuatro buques de guerra estadounidenses en alta mar, ciertamente solo falta esta guerra para hundir el mundo. Parece un fracaso, después del comportamiento ambiguo sobre la solución pacífica de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la “nueva” política exterior estadounidense del presidente Biden. Cómo se mueve, no resuelve, más bien complica.
“Al venir a Taiwán honramos nuestro compromiso con la democracia, reafirmamos que las libertades de Taiwán, y de todas las democracias, deben ser respetadas”, dijo Pelosi en un artículo publicado en el Washington Post. Con ella en Taipei, donde aterrizó, la directora del American Institute en Taiwán, Sandra Oudkirk, que es un poco el embajador de Estados Unidos en la isla. Lo que se ha definido como “el inquebrantable compromiso de Estados Unidos de apoyar la vibrante democracia taiwanesa” corre el riesgo de descarrilar el mundo. “Es una grave violación de nuestra soberanía e integridad territorial”, le respondió China.