La unidad europea está en peligro, al menos según ha declarado el Alto Representante de la UE, Josep Borrell. “Hay un líder que está pidiendo un referéndum en su país para proponer a los ciudadanos que en diciembre no se renueven las sanciones contra Rusia”. Es obvio a quién se refiere, pero Borrell se equivoca tanto en materia (no es un referéndum, lo que se celebrará en Hungría, sino una opinión de los ciudadanos sobre un tema tan delicado) y sobre todo timing.
Su diclaración contra Orbán llega en el momento en que la UE quiere ejercer una presión evidente sobre Hungría (como siempre ha hecho). La Comisión Europea, que mantiene bloqueados 7.500 millones de financiación por supuestas “violaciones del Estado de Derecho”, ayer mismo “concedió” una prórroga al país húngaro para las reformas anticorrupción.
Ambas “presiones” llegan justo en el momento en que el Ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, va a Moscú para participar en la Semana de la Energía rusa 2022 y declara, después de reunirse con Gazprom: “Estamos aquí por dos razones: queremos un alto el fuego inmediato y negociaciones de paz y garantizar el suministro energético de Hungría no solo para este invierno sino también para los años siguientes”. Una declaración de sentido común que, sin embargo, a Europa, como el resto, no le gusta.