Irá al Atlético, para después de Simeone, o quizás, para los aficionados que lo conocen como antimadridista, al Barcelona si el proyecto Xavi fracasa antes de tiempo. Lo que es seguro es que Luis Enrique con la Roja ha terminado. Ya no es el entrenador de la selección española, después de salir en los octavos del Mundial contra Marruecos. La sensación es que la Federación no creía demasiado en Luis y, de hecho, el comunicado de despedida ha parecido bastante frío a la mayoría.
Cuarenta y cuatro partidos al mando de la Roja – con una interrupción por la tragedia vivida con su hija Xana – con dos eliminaciones en los penaltis, esta vez con los norteafricanos, a los Europeos con Italia. Algunos toques de trompeta: seis goles para Croacia y Alemania. Sí, porque el equipo siempre juega bien, pero también hay que ganar en las competiciones. Ha lanzado jóvenes campeones que serán eternos, como Gavi y Pedri, y esta formación llevada a la máxima competición del planeta tenía nueve jugadores nacidos después del 2000, un récord.
No ha calentado demasiado a los aficionados en toda España. Pero hay que reconocer que en muchas ocasiones ha jugado mejor que nadie. Su profesionalidad y seriedad son indiscutibles. Tendrá suerte en otro lugar.
