Kei Komuro es un hombre afortunado. La princesa Mako ha renunciado a todo, al título y a los comentarios de los seguidores de la Corona, además del dinero que le corresponde por tradición (más de un millón de euros), para casarse con él. Es amor, se conocieron en la universidad y nunca se separaron. Lo que en cambio Mako abandonará para siempre – dura lex sed lex – es la familia imperial después de haber sido la primera en unirse en matrimonio civil, cosa que nunca ha sucedido desde ahora.
Kei es un burgués y el amor por él en este caso significó un alejamiento de las tradiciones imperiales. Inclinándose ante los padres, la princesa declaró cada vez más convencida: “Casarse es la única opción que hemos elegido al escuchar nuestros corazones”. Una historia de otros tiempos, que se parece, a pesar de todas las diferencias culturales, a la de Harry y Meghan en Gran Bretaña, pero aquí de rebelde hay sólo el corazón.
Mako sufrió tanto por romper con su familia original que no asistió a la tradicional conferencia de prensa después de la boda. De Kei dijeron todo y encubiertamente sacaron a la luz los problemas económicos que tendría la madre. “Habrá tiempos difíciles, pero como hemos hecho hasta ahora, uniremos fuerzas y seguiremos adelante juntos”, ha cerrado las polémicas, con clase, la princesa. De ahora en adelante, para bien o para mal, es una mujer como las demás que vivirá en un condominio del centro de la ciudad.