Los misiles como advertencia. Así recibieron en Kiev los rusos al secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Aunque los militares de Putin dicen que usaron armas “de alta precisión” para objetivos de la industria espacial ucraniana, los hechos de ayer señalan su completo desinterés por las cuestiones de negociación. Y los civiles heridos en el ataque que vivían en un edificio residencial no deberían pensar lo mismo. Entre ellos una víctima, periodista de Radio Svoboda, Vera Girich, de 55 años.
Hay preocupación en todas partes por la escalada del conflicto. Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, señala la gravedad de los “incidentes ocurridos en los últimos días en la región de Transdniéster de Moldova”: otro frente está abierto, presumiblemente por los propios rusos para ampliar la guerra y amenazar a la OTAN y a los países que hasta ahora habían quedado fuera de la acción militar de Putin. También Borrell declaró que “Mariupol es el Alepo europeo. La ciudad fue arrasada, con miles de civiles asesinados. Haremos todo lo posible para poner fin a esta guerra lo antes posible. Y para ello seguiremos ayudando a Ucrania”. Lo hacen los alemanes, finalmente decididos, con cifras muy importantes los americanos después de la petición de Biden al Congreso.
Pero nadie sabe cuándo acabará esta pesadilla. Parece que a todo el mundo le va bien la guerra: a Rusia, que ha ganado 63.000 millones más con la venta de hidrocarburos, debido al aumento de los precios, prácticamente está financiando las operaciones militares con dinero europeo; a los Estados Unidos que hoy ayudan y mañana podrían cosechar lo que han sembrado; a quien en el fondo no quiere demasiado discutir con los rusos. Incluso un genocidio como el que se está perpetrando en Ucrania puede ser “justificado” por lógicas perversas.
Actualmente, el Donbass sigue siendo el único objetivo estratégico real de Putin antes de sentarse a la mesa. Mientras tanto, Gran Bretaña, entre las más decididas en la ayuda a los ucranianos, enviará 8.000 militares a toda Europa del Este para reforzar las fronteras de la OTAN del nuevo orden geopolítico mundial.