Maurizio Sauli. La historia de un manager-humanista en Budapest (desde hace cuarenta años)

(Este artículo es el resultado de una conversación con Maurizio Sauli, presidente Com.It.Es en Hungría) – “Para la necesidad interior… Llevando a la soledad las comodidades de la civilización”. Maurizio Sauli recuerda de memoria estas palabras escritas por Biagio Marin en la isla de Montaròn, en la visita a un amigo suyo, Giordano Callegari, mecenas triestino que aquella isla se compró y la hizo un paraíso en tierra. Callegari era su tío abuelo, más bien su padre adoptivo después de que se fuera el verdadero.

Islas. Una en la laguna de Grado, la otra en el centro de una capital: direcciones opuestas y paralelas, como si la historia hubiera recuperado, al menos por una vez, su hilo rojo. Mauricio, el hombre que siempre miraba “con curiosidad hacia el Este, incubando esa extraña combinación de sentimientos contrastantes, no raros en un Trieste, donde conviven el espíritu patriótico y la nostalgia por el papel de Trieste en el período de los Habsburgo”, un día en Europa Central fue realmente, hace cuarenta años, vendiendo barcos para Fincantieri.

En el 81 la comisión en la Unión Soviética de dos barcos “barge-carriers” – los construyeron luego a la Breda di Marghera – abrió definitivamente a Sauli las puertas de aquel mundo desconocido. El puesto de avanzada, más allá del telón de acero. Sí, porque la primera oficina operativa de Finsider en los “países tampón”, al año siguiente, lo abrió en Budapest él mismo, Sauli. “Con la conciencia de haber heredado, con la contribución de genes diferentes, la curiosidad de conocer”.

El “período pionero y goliárdico” de Mauricio – que los amigos llaman “curioso obstinado y humanista romántico” – comienza así. “La oficina consistía en una habitación de hotel y un Olivetti portátil, de plástico rojo, prestado por un colega del ENI que estaba en Hungría desde hacía ya unos años”. La ubicación es el hotel Forum, que hoy forma parte de la cadena Intercontinental.

Desde esas salas, Sauli observa las costumbres y los hábitos de un país que intenta emanciparse de Moscú y “estudia la simetría” económica, sobre todo en lo relativo a las liberalizaciones. Mauricio acompaña al ministro húngaro de Industria, László Kapolyi, y al entonces presidente del IRI, Romano Prodi. Las aperturas llegarán en el ’90 “en un país embrujado por más de cuarenta años de régimen, en el que ya estaban cayendo también los adornos de los palacios habsburgo”. Cuando la italiana Ansaldo adquirió el 51% de Ganz Electric, una empresa electromecánica con más de tres mil empleados, Sauli fue nombrado Director Comercial.

“Una experiencia soberbia” la define, pero ciertamente llena de “enormes contradicciones”: los húngaros están destrozados por tantos años de oscuridad. “Colgado en la pared de mi oficina un enorme mapa de la Gran Hungría, antes del Pacto de Trianon”. El regreso al orgullo es un movimiento efectivo. Sauli dice que siempre ha tenido una forma de “respeto por la cultura y la historia de este país, por sus tragedias, por su capacidad de renacer, por su ser nación”. Es un sentimiento verdadero, de aquel que tal vez en el principio se sintió “un expatriado en misión al extranjero” y en cambio es, como atestigua hoy, “un emigrante, adoptado por Hungría” que se siente” parte de este país porque he vivido los últimos cuarenta años de su historia, no como espectador, sino como participante y actor”.

Los húngaros saben de este amor. La prueba en 2001 cuando Ansaldo vende al grupo privado Transelektro y Sauli sigue dirigiendo el negocio, como Director General, un italiano en una empresa en la que no queda nada de italiano. Sauli también será Area Manager de Ansaldo Sistemi Industriali (fue él quien abrió las oficinas comerciales en Moscú, Bucarest y precisamente Budapest) y Presidente de la Cámara de Comercio Italiana en Hungría. Hoy es Presidente del Com. It. Es, la referencia institucional para los italianos que viven en el extranjero.

Una historia extraordinaria que culminó en 2009 con la entrega de la Cruz de Caballero del Trabajo por parte del Presidente de la República Húngara.

Pero la excepcionalidad de esta historia no está solo en los éxitos profesionales, que han hecho de Sauli una especie de Cristóbal Colón en el centro de Europa. Es en la simetría perfecta que tiene con la de su amado tío abuelo Jordán, ambos en busca de lo que Sócrates llamaba “las islas bienaventuradas”. Una en medio de la laguna (“Quell’isola queta persa in palù de Grao” escribía Marin), la otra en medio del mundo. Ambas brillantes y misteriosas, cambiantes pero acogedoras.

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