Lo dijo Aureliano Segundo en “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, lo repiten los italianos que se enfrentan a una crisis incomprensible y dolorosa, para el país y Europa. El primer ministro Mario Draghi se ha presentado en el Senado pidiendo a los partidos (una vez más) “un nuevo pacto de desarrollo” que impulse la nación después del golpe del Movimiento Cinco Estrellas que ha hecho faltar los votos.
Italia, “triste, solitaria y final”, como habría escrito Osvaldo Soriano, se aferra a este hombre que se presenta en el Senado “solo porque los ciudadanos me lo han pedido”. Ya no puede más. Ya ha dimitido, pero el Presidente, Sergio Mattarella, sabiendo que el país no puede salir de una crisis en este momento, se ha negado. Inténtalo de nuevo, Mario.
Y él trata de “reconstruir de nuevo este pacto, con valentía, altruismo, credibilidad”, pero mientras tanto los partidos hacen sus cálculos, especialmente el centro-derecha que quiere las elecciones en otoño. Mientras tanto, en el caso de que Draghi se vaya de verdad, sería el caos: los mercados, como ha sucedido en el pasado, arriesgarían un país en profunda crisis moral y, en el caso, institucional.
Europa, con la caída de Italia (hay quien comenta que podría haber también una participación de los rusos, que cuentan en muchos aficionados por aquí), tendría una crisis de identidad que no se sabe a dónde llevaría. Miles de alcaldes han apoyado al actual primer ministro, muchos ciudadanos que no quieren novedades, pero ya en Italia, como en otros países, la política se ha convertido en un órgano aparte, incapaz incluso de explicar al pueblo por qué tendrá que hacer importantes sacrificios.