El paso del Tribunal Constitucional polaco que pone en peligro las relaciones con la UE se ha convertido en un caso político en toda Europa. Los jueces han decretado que algunos artículos de los Tratados europeos son “incompatibles” con la Constitución del Estado polaco – y por lo tanto las leyes del país serían más importantes a nivel jurídico que las comunitarias – y que las instituciones de la UE “actúan fuera del ámbito de sus competencias”. El Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, así como otros actores europeos poco inclinados hacia un continente unido (“El de los polacos es un derecho legítimo e inalienable a la soberanía”, comentó Marine Le Pen), rápidamente defendió las decisiones de Varsovia. Es una Europa en ruinas, atacada desde todos los lados, pero que no pierde su firmeza.
Hace unos días, la increíble demanda de 12 Estados miembros, encabezados por el famoso Grupo de Visegrad (los que están en Europa pero en realidad no quieren estar allí): “Dennos el dinero para construir muros para detener a los inmigrantes en nuestras fronteras”. Rotondo no de la Unión Europea. En el caso polaco, la decisión de los jueces tiene el sabor de una provocación a un debate, el de pertenecer realmente a una Europa unida, que en Polonia nunca se ha resuelto y sólo ha dividido a la población. La decisión del Tribunal Constitucional, recordamos, sigue las polémicas suscitadas por el intento en el país de amordazar a la prensa y a los jueces y de reescribir la historia sobre el aborto y los derechos.