Poco importa que Neymar, con su gol ayer contra Croacia, haya alcanzado el mito Pelè. Brasil está fuera del Mundial: el empate sufrido por Petkovic y la ruleta de penaltis favorable a Croacia han apagado, una vez más, el sueño carioca. Todos lloran, tanto en casa como en las gradas. Lo creían.
Una formación, la que se despliega en eliminatorias, octavos y cuartos, de la que se ha exaltado el aspecto “europeo”, es decir, menos espectáculo y más concreción. El comisario técnico Tite, que anunció su dimisión anoche, ha querido un juego organizado y prudente, aprovechando las verticalizaciones de sus rápidos atacantes: los golpes de los grandes para marcar la diferencia. Al hacerlo, ayer contra una Croacia, este sí europeo, atenta en defensa y encerrada detrás para luego volver en contrataque, Brasil ha tirado poco a la puerta y si no se tira es difícil ganar.
Y está claro que también regresan los viejos vicios: un error imperdonable del equipo sudamericano fue sufrir el empate a tres minutos del final, cuando ya se estaban enviando los créditos de cola, en contra. La vieja presunción carioca y el nuevo que no avanza. Y luego, casi había más talentos en Croacia que en Brasil, desde Gvardiol hasta Perisic hasta el inmortal Modric, rey del mediocampo. Los líderes brasileños, desde Vinicius hasta Richarlison y Marquinhos, se ausentan a menudo. Y son castigados.