El giro táctico de Recep Tayyip Erdogan terminará en todos los libros de historia. Después de oponerse durante mucho tiempo a la afiliación de Suecia a la OTAN, dio luz verde a la operación, a cambio de algo que nadie sabe. El presidente turco se lleva a casa en cualquier caso una posición más central en la organización encabezada por Rasmussen.
El sultán ha decidido (¿pero es verdad?) hacerse más atlantista, transmitiendo a su Parlamento el protocolo de adhesión de Suecia y asegurando su ratificación, y cumplir con su movimiento la profecía de Putin, que tarde o temprano estaría rodeado de enemigos en las fronteras. De esta manera, el conflicto, está claro, nunca terminará. Pero tal vez es lo que ambos contendientes quieren.
Turquía había bloqueado la adhesión de Suecia por “haber acogido y apoyado” a miembros del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) que Ankara considera terroristas. Una excusa, por supuesto. Sin embargo, el paso de Erdogan también se ha hecho en la dirección de su entrada en la Unión Europea, una membresía que muchos países de la UE consideran muy arriesgada. Quizás ese fue el verdadero trueque de la semana pasada.