Quién sabe qué religión profesa el patriarca Kirill, el jefe de la iglesia ortodoxa rusa, si no la suya personal, tan alejada de Dios, pero también de los hombres. Vinculado a su amo, Vladimir Putin, Kirill ha sostenido hoy, que Dios lo perdone, que la guerra desencadenada por sus fieles super-rusos contra Ucrania, o sería mejor llamarlo genocidio, es justificado porque se cruza contra los países que “sostienen” los derechos de los homosexuales. La pietas que ha forjado nuestras civilizaciones ya ha sido borrada de las atrocidades del conflicto.
El sentido de la “limpieza étnica” es todo en las declaraciones de hoy de tres personajes. Uno es el del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quien afirma que si Ucrania acepta todas las condiciones rusas (desaparecer del mapa y convertirse en un pueblo de refugiados) Putin quizás suspenderá los ataques. La segunda es de “Corazón de León”, Scholz, Canciller alemán, que destacó que Europa no puede “garantizar sus suministros de energía sin las importaciones de Rusia. La energía ha sido deliberadamente excluida de anteriores rondas de sanciones” por esto.
La tercera es del Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quien ha reiterado la voluntad de los Estados Unidos de no establecer una zona de exclusión aérea (no fly zone): demasiado peligroso, nos arriesgaríamos a la Tercera Guerra Mundial. ¡Pero si ya estamos! La sensación es que Europa y la OTAN no tienen cartas que jugar en este momento y que la masacre de un pueblo será necesaria (para que el criminal de guerra se siente a la mesa). No hay soluciones, sólo muertos.
Seiscientos veinticinco misiles rusos, tan limpios y dirigidos que hoy en Makariv, a las afueras de Kiev, han hecho una matanza en una fábrica de pan, no han doblegado el coraje y el heroísmo ucraniano. Afortunadamente, la Presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, anuncia desde Bruselas que la Unión diversificará sus fuentes de energía. Gracias, Ursula, por tu contribución.
